martes, 2 de julio de 2013

Los días que vivimos




No me refiero al vivimos en pasado. Tampoco al vivir en su forma intransitiva, como mera existencia, mora, subsistencia...; me refiero al vivir transitivo, totalmente transitivo; a la sensación de estar lleno de vida, de experimentar, de sentir. Al VIVIR en mayúsculas, a ese vivir que de vez en cuando nos ocurre en este mundo y que está en riesgo de extinción en una sociedad que fomenta la individualidad y con un mensaje de que hay que conseguir el éxito personal a cualquier precio y que nos convierte en consumidores antes que en seres vivos..

Yo me crié en el Madrid de barrio. En el de la señora Juana el señor Emilio, el de la familia Johansson, Barreda, Izquierdo. En ese Madrid en el que tenías que pararte constantemente de camino al colegio para conestar a algún vecino interesado de verdad sobre como estaban tus padres o hermanos o en el que tu preguntabas como estaba el perro de Agustín, que cojeaba de una pata la última vez que lo viste. En ese Madrid en el que no te ibas a la cama sin dar un beso a tus progenitores, que por cierto se adoraban. En ese Madrid en el que "Adora", la persona que ayudaba a mi madre a criar a los diez monstruitos me hacía el chantaje de tener que rezar el "Jesusito de mi vida.." a cambio de ese tazón de Colacao con galletas que tanto me gustaba antes de dormir. En ese en el que me levantaba con mi padre muy temprano los domingos para comprar churros y con el que me iba en el Seat 124 a la Plaza Mayor a ver sellos, nuestra pasión compartida, sin oír ninguna bocina de coche, tranquilos, sin prisa y con conductores llenos de amabilidad. En ese Madrid en el que el dia del Domund o de la Cruz Roja, veía a la gente como se rasgaba los bolsillos para colaborar. Una gente con poco dinero, pero sin duda ninguna mas vivos que nadie.

No teníamos nada, pero vivíamos. Y vivíamos en sociedad. Nuestra red social era la calle, nuestros correos llevaban sello, nuestros whatsapps las pelotillas de papel con mensaje que nos tirábamos en clase cuando la "profe" se daba la vuelta y nuestro  skype era de pago y llevaba un dial redondo. Les contaré como anécdota que mi padre al ser 5 niñas en casa puso candado en el dial, el equivalente a la clave de acceso de hoy en día, pero mis hermanas, como verdaderas hackers de su tiempo, marcaban sin equivocarse tecleando en el colgador los números con la profesionalidad de un operador de Morse de la Armada. Y todos teníamos un amigo con un Sinclair o un Commodore Vic20 que gustaba de compartir y que no por ello nos causaba envidias. Mi deseo de tecnología era entonces perfeccionar los cantos de la caja de madera con las que nos tirábamos colina abajo en un Madrid lleno de ellas.

Hoy lo tenemos todo y lo queremos todo. Vaya teléfonos tablets, pcs, coches... Pero no somos felices porque alguien siempre tiene uno mejor y nos morimos de envidia. Ya no es que no conozcamos a nadie del barrio, es que evitamos mucho contacto con los vecinos porque siempre se arma en la junta de vecinos. El resto de la gente no tiene nombres, son ese tío o esa tía, los niños se van a la cama despotricando, por supuesto sin beso porque sus padres o están separados o cabreados por lo que sea y porque no tienen el tablet último modelo que no se quien del cole tiene. Vas en coche por las mañanas alucinado por los que corren y te cierran, por los que tienen un coche mas guay que tu y eso les da derecho a ir por el carril bus, por los que van leyendo el periódico o hablando por teléfono mientras conducen. por las que se van pintando los ojos en plena autopista. Y ni se te ocurre poner el intermitente para cambiar de carril porque si lo haces el que va detrás acelera para no dejarte. Y así día tras día porque lo peor es que l´lo has asumido como normal.

Ya se que nadie se va a reconocer leyendo esto, pero aunque así fuera se puede mejorar. Solo hay que dar ese beso al hijo y hablar con el para que sepa que es sentido sin esperar a que lo haga él. Sólo tienes que acordarte de que te enamoró de tu mujer o marido si ya no sientes lo mismo y saber valorarla/o en cada momento. Salir por la calle, hablar con la gente, mandar una postal, si , una postal con sello a la tía que tienes en el pueblo y que te has olvidado de ella, salir en coche respetando el derecho de los demás, saber que el claxon es algo que molesta mucho a los vecinos. Hacer algo por mejorar el mundo, saber renunciar a algo para dárselo a los demás...

Vivir no es fácil, se come para subsistir, pero el alimento del vivir es el amor que das y el que recibes. Y si quieres recibir sin darlo y sin buscarlo espera sentado. Yo estoy gordo de comer, pero les aseguro que obeso de sentirme querido por mis hijos, por mi mujer, por mis hermanos, por mis amigos, incluso por los vecinos o por el camarero rumano del bar de enfrente. Tengo enemigos, claro, pero creanme que les quiero y pienso en como hacer que ellos me quieran a mi. Y es porque me he dedicado con pasión a cultivar ese alimento que da sentido a mi vida que es el amor y que, por cierto, sabe mucho mejor si eres tu el que lo has plantado. Eso si, me he equivocado mil veces en el camino y mil más que me equivocaré, pero vivir también es enmendarlo y esto hace hace diferentes y maravillosos los días que vivimos.







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