viernes, 29 de noviembre de 2013

El patriota


Soy uno de los últimos españolitos que hicieron el servicio militar obligatorio. En mi caso, y con la intención de aprovechar el año en blanco que iba a pasar por culpa de no alcanzar la nota necesaria para entrar en la Escuela de Caminos, me inscribí voluntario en el 82 para pasarla en Madrid. Pudo ser un gran error. Pasé 19 meses encerrado en el cuartel Inmemorial del Rey número 1, con la rigidez obligada por ser el regimiento más antiguo de España y la poca gracia de ser infante de Tierra, cuyo único aliciente es el de gastar suela en marchas interminables cargados de un equipo absurdo que en caso de conflicto, haría más probable que murieras de agotamiento que por una bala certera del enemigo. Pero bueno, al fin y al cabo el lema del Regimiento era “El freno”

Me dijeron mis hermanos ya licenciados que a la hora de repartir actividades no me presentara como voluntario ni para comer. No obstante, viendo que con ese argumento iba perdiendo los pocos puestos placenteros que había en oficinas o con poder de negociación tipo cabo furrier, decidí presentarme al único puesto que nadie quería: radio de capitán. Me atraía ya la tecnología y voy y me apunto a portar un aparato que rozaba los 15 kilos y que sumados al resto del equipo hacía insufrible las largas caminatas por la Casa de Campo que hacíamos continuamente. Es el resumen de mi vida, añadir dificultades a lo que ya de por sí es difícil.

Pero un pequeño golpe de suerte cambió mi destino. Destinaron al mando de la primera compañía, la mía, el capitán D. Ricardo Fernández de Bobadilla y Álvarez de Espejo.  No sería un gran destino para una persona como él, pero supongo que tenía que pagar el precio por ser uno de los firmantes del "manifiesto de los cien"* de 1981. No bajó el ritmo, todo lo contrario, ya que era (y será) sumamente estricto y disciplinado. Pero en él descubrí la pasión y el amor a una profesión que parecía poseer desde siempre, y con él, el tiempo pasó más rápido y los días fueron más interesantes. Con los años supe que era el actual Marqués de Santa Lucía de Conchán y descendiente directo del primer Marqués D. Francisco de la Cueva y Guzmán, general del Tercio de Infantería y Milicias de Lima, al que un agradecido por sus servicios a la patria Carlos II le concedió el título y la entrada en la orden de Calatrava. Era nieto además del general de Ingenieros D. Ricardo Álvarez de Espejo, que ganó la Laureada en la tristísima Guerra de Cuba de 1898. Esto justificaba su fascinación por el mundo militar desde luego, pura estirpe.´

A partir de aquí, las hasta entonces interminables incursiones entre montes de la Casa de Campo o las larguísimas maniobras en espacios militares varios por todo el territorio español tenían un sentido: mejorar y estar preparados para dar a tu patria lo mejor de ti si llegaba el momento. Y mojé mi juventud e inexperiencia entre continuas exaltaciones al honor, la disciplina y patriotismo, cercanas al chovinismo1 francés aunque muy alejada del jingoísmo2 presente en los países europeos hasta pocos lustros antes. Y me involucré aprovechando el tiempo hasta obtener desde abajo el título de Sargento de la escala de Complemento que es lo máximo a lo que podía aspirar.

¡Sí!, me mojé tanto en patriotismo que llegué a soñar con la bandera rojigualda envolviendo mi cadáver aún caliente mientras bandas de los tres ejércitos interpretaban el Réquiem de Mozart por mi sacrificio tras haber dado mi vida en un acto heroico que hubiera salvado la vida de cientos de compatriotas. La juventud es así, sueñas con ser lo mejor en lo que te dicen que es bueno. Por soñar he soñado hasta ser la madre Teresa de Calcuta, o el goleador que iba a hacer al Atleti Campeón de Europa…

Hoy han pasado más de 30 años de aquello y sigo recordando con cariño al capitán, hoy creo que Coronel.al que admiro como admiro a cada persona que pone pasión en lo que hace sea lo que sea. Puede que él, junto con mi padre, sean los responsables de que ejerza mi profesión con amor y pasión pues no entendería hacerlo de otra forma. Pero la vida me ha enseñado que el concepto de patriota es un concepto inventado por los poderosos para enviar a los corrientes a la muerte sin darse cuenta que luchan por los intereses de ellos y no de los suyos. Que sólo los no patriotas premian a los patriotas para dar ejemplo a los demás mortales e invitarles a hacer lo mismo. Claro que se acabó aquel tiempo en que el premio era la tierra, la riqueza e influencia tuya y de toda tu estirpe; Medallita de latón y a seguir luchando. Todos los cementerios de la historia llenos de patriotas olvidados, como la propia acepción de patriota. Últimamente apenas recuerdo haberla escuchado en las absurdas emisiones de deuda pública autonómica para convencer a cuatro tontos con aires nacionalistas a invertir en ellas sus ahorros. Además, claro, de las innumerables películas americanas que exaltan al americano medio que lo da todo por su país.

Y pese a ello me considero un patriota. Eso sí, de una nueva estirpe de locos enamorados de un mundo utópico sin fronteras físicas y económicas, con igualdad de oportunidades y derechos. Un mundo sin razas, sin discriminación, de hombres y mujeres que aman la vida y que luchan juntos por el bienestar de sus vástagos y el futuro de toda la especie. Un mundo que no deje morir a un niño de hambre, a una mujer de una paliza, a un inmigrante buscando algo mejor para él y su familia.  Un mundo que no existe y probablemente no existirá, pero que no por ello hay que dejar de aportar lo que puedas para que lo que haya se aproxime un poco a esa idea. Y no ya por ti, sino por tus hijos.

Pues si… ¡soy un patriota!. Y lo será hasta que la RAE acepte el término “mundiota”. Caso perdido, que le vamos a hacer

1 Chovinismo. Creencia narcisista, próxima a la mitomanía, de que lo propio del país o región al que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto. Se debe a Nicolas Chauvin, patriota exagerado que luchó en las guerras napoleónicas y quedó desfigurado tras ser herido 17 veces
2 Jingoísmo. Nacionalismo exaltado partidario de la expansión violenta sobre otras naciones. El término jingoism fue acuñado por el radical George Holyoake en una carta al Daily News el 13 de marzo de 1878.

*Manifiesto de los cien: texto firmado por un centenar de mandos militares y difundido por la agencia Europa Press el 5 de diciembre de 1981, nueve meses después del fallido golpe de Estado del 23-F en España y poco antes del consejo de guerra que tuvo lugar contra los golpistas, también mandos militares Los 91 firmantes consideraban que las críticas a los promotores del golpe del 23F eran cíticas a todo el ejercito. Sufrieron arrestos leves y a muchos se les cambió el destino. A 8 entre los que estaba Blas Piñar se les expedientó.


No hay comentarios:

Publicar un comentario