jueves, 27 de junio de 2013

Españolas en el deporte


Durante toda la historia demostrar el poderío militar era básico tanto en tiempo de guerra como en tiempo de paz. Sin tener en cuenta a los griegos que ya lo hacían por amor a su anatomía, no fue hasta hace algo más de un siglo, cuando los sucesivos gobernantes de los países más poderosos se dieron cuenta de que el éxito en el deporte era la mejor propaganda de la potencia y fuerza de ese país. Justo después de la primera guerra mundial, y con el auge de los Juegos Olímpicos, las distintas selecciones nacionales eran apoyadas por los poderes políticos Eso si, el mensaje era distinto: los rusos para demostrar que su sistema social era mejor, los alemanes para demostrar que su raza era mejor, los americanos para demostrar que el capitalismo mueve el mundo, y los ingleses porque entre té y té hay que hacer deporte amateur. Me dejo fuera a los franceses porque ya con decir que Pierre de Frédy (barón de Coubertin) era el origen de todo les bastaba.

Llegó, acabada la segunda guerra mundial, la obsesión que llevo a la creación de varias industrias paralelas al mundo del deporte: alimentarias, mecánicas y farmacéuticas entre otras para ganar como fuera. Al mismo tiempo se formaron distintos ejes de países afines a las distintas corrientes ideológicas de los grandes que hicieron crecer el mapa de banderas en competición. Y mientras, España estaba a lo suyo, con una posguerra larguísima, gran aislamiento internacional, una gimnasia como método de impartir disciplina mas que como deporte, y centrados en la construcción de presas y en hacer niños a mansalva -gracias a ello estoy aquí que soy el octavo de diez-. Haría una especial mención a la sección femenina y a Joaquín Blume, pero me estoy alargando mucho.

Con el despertar de la democracia y el crecimiento económico el deporte español creció al amparo del amor de algunos al deporte, del amor de todos a sus hijos, y de la inversión de las empresas en publicidad, canalizada a través del patrocinio deportivo e incentivada de sobremanera con la elección de Barcelona para las olimpiadas del 92. Ese fue el despegue definitivo del deporte en España. Si antes nos conformábamos con algunos locos adelantados como Orantes, Santana, Ocaña, Seve, Nieto o Mariano Haro, las olimpiadas demostraron a los españoles que podían competir sin ningún tipo de complejos en grandes competiciones ganando 22 medallas, 13 de ellas de oro, mejor incluso que el objetivo antes de los juegos. 

Pero Barcelona 92 trajo algo distinto, y es a donde voy. La clasificación automática como país organizador a muchas disciplinas hizo que por primera vez se prestara atención y se invirtiera en el deporte femenino, y de la nada salieron individualidades y equipos que no es que lo hicieran bien, es que consiguieron cosas impensables. Eso si, sólo dio tiempo a preparar a 129 mujeres (contra 301 hombres) ya que no se consiguió apoyo en todos los deportes.

Pese a ello quién no recuerda a ese equipo de Hockey femenino con un oro que hubiera batido récords en casas de apuestas, o Almudena Muñoz y Miriam Blasco en Judo, o a Theresa Zabell y Patricia Guerra en 470 todas ellas oro. O las medallas de plata y bronce de nuestra Arantxa y Conchita en tenis, Natalia Via-Dufresne en vela o Carolina Pascual en ritmica. Y once diplomas entre los que destacaron los de los equipos de Balonmano o Baloncesto, este último con un equipo que aprovechó la inercia para ganar el europeo del 93 en Perugia.

Pero y después?. Pasada la olimpiada se fueron retirando los apoyos poco a poco, más rápido en las mujeres claro está. A los machos ibéricos nos gusta más la mujer en la cocina y contar ese chiste viejo de que tienen tantas neuronas como fogones tiene la cocina. Mientras el deporte español masculino está en un lugar difícilmente repetible en fútbol, tenis, motociclismo automovilismo, baloncesto, balonmano , waterpolo, hockey, y en general en todos los deportes que pueden significar altos ingresos a sus practicantes y retorno a patrocinadores, para el deporte femenino no hay dinero ni apoyo. Pues cambiemos esto. El tenis ha dado un primer paso al ir igualando poco a poco el dinero en premios y puntos por torneo, (aunque sigue habiendo diferencias).

A mi personalmente, la mujer en general y la española en particular me deslumbra. He crecido en una familia tradicional de 5 chicos y 5 chicas y he podido ver mejor que nadie las diferencias de criterio que se aplican a cada sexo, y eso que por lo menos mí casa siempre hubo respeto absoluto hacia las féminas, menos cuando se trataba de hablar de objetivos en la vida. La de ellas era la de encontrar un buen marido. Mientras los chicos hacíamos deporte, ni se pasaba por la cabeza de nadie que ellas lo hicieran. Y lo injusto es que,  si vivimos en un país donde el concepto de familia es el que es, y donde no ha habido un estallido social con mas de seis millones de parados, es gracias a la labor y abnegación de la mujer: su prioridad siempre es el bienestar de su familia aunque eso implique sacrificio personal. 

Y verlas en el deporte, -donde este año he tenido el placer de observarlas más de cerca gracias al patrocinio que mi empresa ha hecho en @VoleyAlcobendas -, ha sido una de las experiencias más gratificantes de mi vida, por su capacidad de trabajo, de lucha, de compañerismo y de humildad demostrando que son merecedoras de todo nuestro apoyo y dedicación y que con ayuda pueden llegar muy muy lejos. Madrid 2020 debe ser el escaparate de los valores de la mujer española para envidia de los demás.

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