viernes, 31 de enero de 2014

el billete de 5 euros de Javi. 10 años de Professional Answer (1)



14 de Noviembre de 2003. Acababa de abandonar la dirección general de Taya por la entrada inesperada de un socio con el que no consideraba oportuno trabajar y estaba decidiendo mi futuro.
A primera hora recuerdo que estaba leyendo un comunicado de Microsoft que amenazaba a la Comunidad Europea con bajar la calidad de Windows si esta le sancionaba (creo que lo ha ido cumpliendo desde entonces concluyendo la venganza con Windows 8). Suena mi teléfono y al cogerlo una voz algo temblorosa y dubitativa me dice que quiere verme, que tiene inquietudes y que quiere compartirlas conmigo. Es Javier Irisarri.

 Quedamos ese mismo día porque nunca rechazo a alguien con algo que contar y porque si hay un café de por medio me apunto incluso a reportero de guerra. El lugar elegido, un bar en la calle Modesto Lafuente que ambos conocíamos. Breve acercamiento inicial hablando de la vida para intentar eliminar los miedos que en aquel momento yo le causaba a Javier de forma justificada eso sí, ya que cuando él entró en Concept donde nos conocimos era un pipiolín recién llegado de Bilbao y yo el flamante Director Comercial, ya menos abierto que antaño por la insoportable rotación de personal que entonces se estilaba en la compañía y por ser prácticamente el último superviviente del grupo de estupendos individuos que abrieron el camino de Concept en España. Además su inmediato exilio a París de dos años no permitió mayor acercamiento y aunque entró luego en Taya, ni siquiera compartíamos oficina.

Y empezó a hablar y enseguida me dí cuenta de que ya no era el junior que conocí y que su estancia en la France le había madurado personal y profesionalmente. Me enseñó una especie de germen de aplicación para la lectura de norma 43 que no me convenció nada. Pero me gustó él. Su entusiasmo, su formación económica y técnica a partes casi iguales que yo sabía que era tan difícil de conseguir, sus ganas y la casi obligación a que yo participara en el proyecto me atrajo de sobremanera. No era el mejor plan que tenía, pero me convenció. Decidimos utilizar una compañía que yo había creado años antes con la idea de acabar usándola, Professional Answer. Sabía que nacería un proyecto y lo adelanté. El nombre surgió en una comida con Juan Carlos Manzano-Monís, entonces director de Tesorería de RTVE con la que cerrábamos la implantación de un cuadro de mando de Tesorería en su empresa. Juan Carlos me reprochaba que en 8 años era la tercera aplicación que le vendía y que siempre le acababa convenciendo. Le pedí que buscara dentro de él y no de mi la respuesta y la buscó y me la dio en lo que se convirtió en uno de los mejores halagos que he recibido nunca: "Miguel, no eres un comercial al uso. Siempre estás disponible ante cualquier problema que surja después de la venta con una respuesta profesional y efectiva". Y con esa idea fui a anotar en el Registro Mercantil el proyecto, si bien no me dejaron hacerlo en español "por ser un nombre genérico". Eso si, como no saben de idiomas en inglés no hubo problemas.

Pero quiet@s! que no quiero desviar la historia; va a haber más capítulos. Ese día en el bar conocí al verdadero protagonista de esta primera historia cuando dimos por terminada la reunión y fuimos a pagar y Javi, con más temblores que el día que me llamó, deslizó su mano derecha para sacarse la cartera del pompi, tras lo que, en un intervalo interminable de tiempo, la fue abriendo lentamente como si fuera la primera vez que se hacía y fuera de hojalata. Le dejé hacer mientras observaba como una gota de sudor resbalaba por su frente, hasta que de reojo pude intuir perfectamente la esquina superior derecha de un billete de 5 euros perfectamente planchado por horas y horas de presión entre sus carnes y el asiento. Le voy a liberar, pensé, y saque rápidamente la mía acompañándolo con una expresión muy mía: Quieto León!!

Todavía, tantos años después, tengo a veces esa sensación de aire cálido envolviendo mi oreja como la que sentí ese día cuando Javi soltó toda la tensión acumulada en un resoplido de alivio más cercano a la expiración que a la espiración, y más propio de un cabrero extremeño que de un consultor vasco. Pero lo que me queda en duda es saber si lo que recuerdo es ese momento en concreto o de alguno de los cientos de veces que se volvió a repetir tras cada desayuno, café de media tarde o visita al estanco durante el siguiente lustro, donde la cartera seguía con los mismos problemas de apertura y el billete, que ya mostraba de tanto movimiento un pequeño desgaste en su banda plateada, permanecía impasible mostrándonos tan solo un 5% de sus vergüenzas al aire.

Como me gustaría hoy poder enseñarles ese para mí místico y heroico billete de 5 euros. Pero ya  no podrá ser porque el día que celebramos el sexto aniversario, en un inaudito gesto de rebelión sin paliativos y con una falta de respeto hacia los mayores casi delictiva, varios de los "nuevos" de la empresa acorralaron a Javi en una esquina y le despojaron de tan maravilloso título al portador para pagar en parte los gastos del jolgorio.

Esa noche no dormí. Me arremolinaba en la cama ante mi falta de valor por no querer entrar ganzúa en mano en el lugar del delito y recuperar tan importante papel moneda y guardarlo como tesoro. Y es que en mis sueños veía como, en mi lecho de muerte, les entregaba el susodicho papelajo perfectamente enmarcado a mis hijos con una nota adherida por detrás que decía:

"Hijos,
Si solo sois capaces de ver el valor facial de las cosas, os he dejado 5 euros, pero si veis mas allá del papel veréis en este billete los recuerdos y experiencias de la puesta en marcha de un proyecto que os ha permitido vivir dignamente y daros la educación que merecíais.
Vuestro padre que os adora"

Continuará....